La narrativa dominante sobre la interacción de Colombia con el mundo señala que antes de la pérdida de Panamá el país desempeñaba un papel relativamente activo en el ámbito internacional y se perfilaba como un actor con un potencial significativo, dada su ubicación estratégica y sus vastos recursos naturales (Randall 1992, 98). Sin embargo, el síndrome de Panamá produjo una crisis nacional que modificó dramáticamente la percepción colombiana de su propio papel mundial y dejó como legado un imaginario nacional introvertido y de bajo perfil (López Michelsen 1989, 157).