as manifestaciones masivas que se presentaron en Colombia a finales de abril y se extendieron en mayo, pusieron a prueba uno de los puntos más débiles de la administración de Iván Duque: la política exterior.La postura asumida por el Estado colombiano, refleja un retroceso luego de que, durante los últimos años, varia administraciones de distinta estirpe ideológica avanzaran en líneas que se convirtieron en una tradición hoy irreconocible, por la forma en que se comporta Colombia de cara a la comunidad internacional. Aunque las críticas se centraron en el papel opaco y ausente de la ex canciller Claudia Blum, es bueno recordar que la responsabilidad es más bien colegiada y toca al presidente, así como a varias de las figuras del Centro Democrático. Su intransigencia ideológica ha boicoteado la diplomacia colombiana en los momentos más críticos de las protestas y ha acercado al país a prácticas propias de regímenes autoritarios, en particular, la postura de negación y los señalamientos injerencistas a quienes justificada y pertinentemente piden mesura en el uso de la fuerza.