Desde los primeros casos reportados de contagios de COVID-19 en América Latina, durante marzo de 2020, las consecuencias de la epidemia han concentrado el interés de columnas e investigaciones periodísticas y científicas, y también han inspirado el diseño de políticas sanitarias y sociales para, respectivamente, contener la pandemia y aminorar sus devastadores efectos en la salud y la economía de la población. Cuando comenzamos a pensar este dosier, una de las discusiones que emergió fue la forma como el COVID-19 se ha convertido en un recordatorio de que las epidemias, a pesar de los avances biomédicos, siguen siendo uno de los grandes desafíos para la ciencia, la política y la economía y, en última instancia, para la preservación de la humanidad. Se nos hizo evidente que estábamos contemplando un desgarrador ejemplo, a la vista de todos, del mensaje central del campo de los estudios sociales de la salud: que los procesos de salud y enfermedad son el resultado de un andamiaje biológico, social y cultural que articula significados, entornos, representaciones y estructuras económicas y de poder particulares.