Las cuestiones ambientales en las relaciones internacionales han sido frecuentemente entendidas y abordadas desde la perspectiva de la gobernanza multinivel o policéntrica (Andonova et al., 2009; O’Neill, 2009; Ostrom, 2009). Esto es, destacando la existencia (y necesidad) de interacciones entre diversos actores (de lo local a lo global y de lo público a lo privado) para mitigar estos desafíos, que suelen ser técnicamente complejos y multicausales, transnacionales o transfron-terizos, con horizontes temporales extensos y, frecuentemente, con carácter periférico en la agenda pública.