Siegfried Useld habla de que la peculiaridad en el oficio del editor se encuentra en su “impulso de crear intelectualmente”(1985, citado en Granados, 2014, sp); esa necesidad casi imperiosa de ser productivo, y solo trabajando en equipo con otros (autores, artistas, otros editores, por ejemplo) logra poner en movimiento esa creatividad intelectual. Su intermediación da vida a los proyectos, los hace tangibles. El compromiso que corresponde a las universidades es abrir espacio a la reflexión sobre la definición y funciones del editor universitario, de tal forma que este constituya un agente académico más en el desarrollo de los proyectos institucionales y formativos de la universidad; incluir entre sus actividades la discusión, el debate y la comparación del contenido que edita, y especialmente contar con la posibilidad de proponer caminos para que aquello que produce alcance lo pedagógico, llegue al aula, al lector, de forma dinámica y eficiente.